Que Hebe de Bonafini haya hecho un llamamiento a tomar el Palacio de Justicia, en una clara actitud antidemocrática, es de por si lo suficientemente reprochable, la disidencia, las diferencias y las protestas, no justifican en absoluto el ataque desestabilizador, que tan traumáticos recuerdos nos trae a los argentinos y que por estas horas, nos han sido refrescados en el Ecuador, al darse el intento de derrocamiento de Rafael Correa, presidente del hermano país latinoamericano. Pero los dichos no se deben analizar en forma lineal y sin tener en cuenta donde y por que se dijeron; No se puede desconocer que la justicia es una de las tres divisiones del estado ( esta verdad de Perogrullo, parece que hay que repetirla permanentemente hasta el cansancio) y al atacarla con furia y con esta apología golpista, totalmente fuera de los mecanismos que brinda el sistema democrático, no es mas que hacer lo mismo que tantas veces fuera denunciado por el propio gobierno, asumiendo el papel de victimas, ante el cuestionamiento ejercido por algún sector de la oposición. Pero los dichos no es otra cosa que seguir en el camino iniciado ya hace muchos años por la señora de Bonafini, de violencia verbal, de verdad absoluta e intolerancia, desacreditando la noble tarea que vienen desarrollando los Organismos de Derechos Humanos.
Pero lo verdaderamente grave es que las manifestaciones hayan sido vertidas en un acto oficialista, que cualquier ciudadano que observaba las imágenes, podía darse por enterado que nos encontrábamos ante una burda maniobra de presión a la justicia, que posteriormente nos invadió el silencio oficial, tibias interpretaciones o los relatos fantasiosos a los que nos tiene acostumbrado el Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández , donde se sigue justificando los dichos, revitalizando viejas divisiones y discusiones que se creían superadas y sumándose a lo iniciado por el matrimonio Kirchner, al interponer ante todo conflicto, un supuesto discurso seudo progresista, que lo único que logra es dar por tierra, con la lucha de miles de argentinos, generando el resurgimiento de discursos reaccionarios; En este punto no cabe otra cosa que pedir respeto, tolerancia, y la utilización de las herramientas democráticas al momento de resolver los conflictos. Basta de distracciones, los argentinos nos vemos sumergidos en problemas profundos, por los que tenemos que trabajar todos, desde el lugar que nos corresponda, basta de divisiones fogoneados por intereses entupidos, basta de distanciarse cada ves mas de las necesidades de la gente, los argentinos merecemos, de una ves y para siempre, vivir en paz.
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